Tradición panadera

La Región de Valparaíso ha sido el lugar en que comenzó su camino una de las empresas más importantes de Chile en el rubro alimentos.

Todo comenzó, como tantas veces en nuestro país, con la llegada de un inmigrante español al puerto de Valparaíso en 1910. Se trató de Raimundo Olfos Losada, quien pagó su pasaje en barco desde Valladolid a Chile, amasando y horneando el pan que comía la tripulación.

Ya instalado en su nuevo hogar, se siguió dedicando a la panadería y sus hijos y nietos crecieron en torno a esta actividad, llevando “la harina en la sangre”. Sin embargo fue su hija Laurentina Olfos, quien tomó las riendas del negocio.

Laurentina tuvo dos hijos con Aurelio Mauriz, Boris y Marco Antonio. Años después enviudó y más tarde se casó con Antonio Secall Grau, con quien tuvo a Antonio y a Arnaldo. Fue junto a sus cuatro hijos que adquirieron la panadería Moderna en Quintero, un negocio en el que supieron aprovechar los meses de verano y la afluencia de turistas, produciendo entre 160 y 180 quintales de harina al día. Mientras los hornos trabajaban, ellos se preocupaban de diseñar sus próximos pasos.

En los años 70 decidieron construir una panadería en Viña del Mar, donde replicaron el éxito de su antecesora en Quintero. Luego de ésta vinieron más, hasta llegar a 20 distribuidas en distintos puntos de la Región de Valparaíso. Una de sus preocupaciones fundamental, cuenta hoy Antonio, era desarrollar productos nuevos, adelantarse a las demandas de los clientes, como el Pan de Pascua para las fiestas.

En 1975 los hijos de Laurentina Olfos, los hermanos Mauriz y Secall, se deciden y fundan Productos Sol. Además de pan corriente, vendían la masa de las pizzas y pan de molde. Eran los competidores locales de las grandes cadenas nacionales de estos productos, con tan buenos resultados que en los años 80 eran los abastecedores de los barcos que zarpaban desde Valparaíso y continuamente se adjudicaban concesiones estatales para las cárceles, la Armada y otras reparticiones.

Mientras el negocio prosperaba, los hermanos Mauriz y Secall observaban con atención cómo los supermercados, surgidos en los años 60, concentraban el poder comprador de los chilenos. “Hay que estar ahí”, se dijeron y comenzaron a entregarle pan en cajones a la cadena Marmentini y Las Brisas.

“Nos fue extraordinario – recuerda Antonio – la gente nos compraba el pan caliente ahí mismo”.

En vista del éxito en ventas, las conversaciones con Marmentini avanzaron y en el local de Avenida Traslaviña se montó una panadería en su interior. Luego la siguió otra en el Santa Isabel de la Plaza de Viña del Mar y después vinieron más en Valparaíso. El nuevo modelo de negocios se consolidaba.

El estar dentro de los supermercados despertó reticencias en Unipan, la Unión de Industriales Panaderos; no se puede ayudar a la competencia, decían. El argumento de los hermanos Mauriz y Secall consistía en recalcar la importancia de que fueran ellos, representantes de la industria panadera, los que hicieran el pan dentro de estos recintos y que con eso evitaban que las cadenas mayoristas se dedicaran a la amasandería. “Nosotros nos dimos cuenta que el pan se iba a vender hasta en los servicentros”, relata Antonio, pero en esa época nadie más lo pensaba.

“Ese fue el mérito de los hermanos Mauriz y Secall, adelantarse a lo que venía”, reflexiona Patricio Castillo, actual director comercial de Prosepan. Y no sólo se adelantaron, sino que se decidieron a apostar por el futuro: vendieron todas las panaderías tradicionales que tenían y se dedicaron de lleno a llevar su conocimiento y experiencia a los supermercados, donde está el público.

Como herederos de la tradición española, conquistaron Chile desde el norte. ¿La razón? En esa zona del país no había “cultura de pan”, con unas pocas amasanderías y nada más. Partieron en Arica en cinco locales y luego inauguraron salas en Iquique y Antofagasta, adaptándose a los requerimientos de un público distinto al que ya conocían y a las exigencias de distintas cadenas de supermercados en cada una de esas ciudades.

Fue Arnaldo Secall el que diseñó el modelo de control de gestión que permitía una operación exitosa en distintas partes del país. Antonio lo recuerda: “Teníamos 15 faxes en nuestra oficina central en Miraflores. Ahí recibíamos los reportes de todas las panaderías. Hacíamos control, inventario y cierre todos los días.”

Un trabajo abrumador en esos días, pero que permitía gestionar las distintas operaciones de forma eficiente y exitosa. Había que controlar la labor de un número creciente de trabajadores, el uso de recursos, mantener la relación con los supermercados y, por sobre todo, asegurar la calidad del producto.

Los panaderos tenían que asumir nuevas responsabilidades que hasta el momento eran desconocidas para quienes desempeñaban el oficio, como preocuparse del inventario, la merma o cumplir con los horarios para que el grueso de los clientes se encontrara con el producto fresco y caliente en los muebles de los supermercados.

En el inicio del nuevo siglo, la década del 2000, la industria del retail de los alimentos sufrió importantes cambios. Aparecieron las grandes cadenas que absorbieron a muchas más pequeñas, mayoritariamente de alcance regional. Era necesario adaptarse a los nuevos tiempos y por eso en 2004 nació Prosepan S.A.

La empresa ha seguido creciendo junto a sus socios y hoy está presente en 130 salas de supermercados de norte a sur.

Sin embargo, todo este desarrollo no es suficiente: Prosepan sigue mirando al futuro y buscando fórmulas para mejorar la calidad del producto y profesionalizar la labor del panadero. Es por eso que desde el 2022 la empresa y la Universidad Santo Tomás, a través de su departamento de Educación Continua, OTEC, comenzaron con el Diplomado en Panadería Artesanal en la primera escuela de este tipo en Chile, la Escuela de Panadería Artesanal “Arnaldo Secall Olfos”, bautizada con ese nombre en homenaje al fallecido socio fundador y miembro de la familia. Allí los estudiantes aprenden sobre procesos de amasado, estándares sanitarios, administración y todo lo necesario para ser un aporte a las salas de venta en los supermercados.

Ellos serán profesionales capacitados y certificados que formarán parte de los 750 empleados que dan vida al mayor activo de Prosepan: las personas que la constituyen. Detrás de ellos hay una sólida estructura que gestiona esta exitosa empresa, garantizando un modelo de tercerización que resulta conveniente y muy atractivo para los supermercados con que trabajan.

Lo más importante de todo: chilenos contentos, llevando a sus hogares pan caliente, rico y sano; a un precio conveniente, para compartir con sus familias.

Inaugurada moderna industria panificadora en Calle Esmeralda (Mayo 1980)

Los señores Boris y Marco Antonio Mauriz Olfos junto a su señora madre, doña Laurentina Olfos quien procede a cortar la cinta tricolor dando inaugurado oficialmente el nuevo establecimiento de productos “Sol”. En segundo plano el Revdo. Padre Williams quien impartió la bendición a las modernas instalaciones y maquinaria de este nuevo local.